
La Navidad llega a Guatemala con datos sombríos: la gente pobre se ha vuelto más pobre. Y nada de qué asombrarse. Este año terminaron en la cárcel una buena parte de los funcionarios públicos por apropiarse del dinero y los bienes que deberían paliar las necesidades de los más vulnerables. El sistema económico sigue planteando soluciones empobrecedoras para los dilemas de la producción: salarios más bajos que el “mínimo”, exoneraciones de impuestos. Los recursos naturales del país son depredados con entera impunidad: los ríos contaminados, los minerales obsequiados a países ricos en complacencia y complicidad. Las tierras usurpadas, o desapropiadas de diversas maneras a quienes las podrían cultivar. Los detentadores de los recursos naturales y de los medios de producción explotan el país y a su gente, pero las ganancias las llevan a los paraísos fiscales. Argumentan que se trata de la seguridad del capital, que Guatemala no ofrece las garantías… ¡Oh, círculo vicioso! ¿Cómo crear seguridad y garantías en un país cada día más pauperizado?
Y, todavía así, tenemos la suerte de no tener un movimiento pandillero tan poderoso como El Salvador. Según afirman los especialistas, en aquel país ya casi no queda un negocio que no pague extorsiones. A ese impuesto los empresarios salvadoreños no se niegan. En ello les va la vida. ¿Será que tendremos que llegar a eso para redistribuir la riqueza?
La caducidad del orden político es evidente y no hay quien lo salve. Ni siquiera unas elecciones espurias que llevan al poder a un testaferro de una ensalada de poderes ocultos. Será cuestión de tiempo para que se resquebraje esa solución de última hora, improvisada y endeble. La solución ignorante y oscurantista.
El fracaso del orden económico no necesita más pruebas. Si el neoliberalismo hubiese tenido razón, hoy Guatemala sería un país en vías de desarrollo y no en estado de involución, con el cuestionable privilegio de ser casi el país con menor desarrollo humano de la región (Haití siempre nos salva).
Y así las cosas, no queda más que la aceptación. Negar los hechos, no asumir las responsabilidades es más de lo mismo: soberbia pura y dura. Recuerdo una frase que Julian Assange usaba: si no permites la existencia, encontrarás resistencia.
Guatemala tiene que cambiar. Y eso, el cambio, debe ser impulsado a toda costa, e inclusive imponerse a quienes lo evitan. A esas minorías tan bien orquestadas que logran siempre torcer el destino de las cosas, manipular, destruir. Pero ¿qué fuerza es la que debe operar para que el cambio pueda darse? Sin duda alguna la pelota está en la cancha de la ciudadanía. Es urgente crear una visión de Guatemala, unir los puntos y actuar.
Publicado el 18 de diciembre de 2015 en www.elperiodico.com.gt por Carol de Zardetto http://elperiodico.com.gt/2015/12/18/opinion/a-las-puertas-de-la-navidad/
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