En los pactos colectivos se recetan canonjías manejando millones de quetzales cuyo destino merece investigarse, la arbitrariedad no es ni puede ser la norma que regule las relaciones laborales. Ejemplos sobran. En concepto de viáticos el sindicato de Salud Pública recibió Q56 millones en el 2014 y si rascan un poco la constante prevalece en otros casos. En el Congreso de la República las condiciones negociadas son únicas en el mundo, el sueldo de una secretaria es de Q50 mil al mes con un incremento anual del diez por ciento: Gana más que un diputado en Portugal. Semejante disparate es inmoral en un país donde la pobreza y la miseria prevalecen, es hora de poner las cosas en su lugar. En México los sindicalistas de la educación en nombre de la libertad abusaron de sus derechos convirtiéndose en una amenaza social detestable, del vandalismo pasaron a delinquir quemando vehículos, instalaciones públicas y privadas, etcétera. La solución: Aplicar la ley con rigor. La primera en ingresar a la cárcel fue una dirigente sindical millonaria que no domesticó a sus seguidores, acusada de fraude y otros ilícitos. En Oaxaca el gobierno desmanteló la organización de maestros quitándole el control de millones de pesos que gastaban a su sabor y antojo, el beneplácito de la sociedad mexicana harta de los desmanes es total.
La crisis en el Ministerio de Salud Pública permite investigar dirigentes sindicales y rectificar la política del Estado priorizando reformas a la Ley de Servicio Civil, dando a los servidores públicos igualdad de condiciones evitando abusos. Previo a su vigencia hay que revisar en público los pactos colectivos nocivos y adaptarlos a la capacidad del Estado con prestaciones justas suprimiendo excesos y anomalías endémicas que benefician a la cúpula que negocia. La democracia reconoce el carácter universal de la organización sindical y avala el diálogo responsable que permite acuerdos en beneficio de la seguridad económica y social de los trabajadores, repudiando la corrupción. El saqueo despiadado del erario es una peste que debe extinguirse evitando que sea fuente de conflictos y excusa para que la mafia organice trastornos sociales a gran escala. Esa bola de perdularios cree que el mundo se les viene encima y disfrutan la vida a todo vapor como si fuera caldo de morcilla sin pagar la parranda, de modo y manera que es urgente ponerle remedio antes de que el pisto del Estado se vuelva humo y se declaren en huelga de hambre cuando no les paguen los sueldos pidiendo ayuda internacional con pasión, locura y patriotismo. De repente la consiguen y de perdida rifan un premio nobel y se lo ganan. Es lo único que falta para empezar otra guerra de mentiras.
Publicado el 04 de agosto de 2015 en www.elperiodico.com.gt por Amílcar Álvarez http://elperiodico.com.gt/2015/08/04/opinion/el-negocio-de-los-sindicatos/
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