El arresto de Vielmann

El pasado lunes 29 de octubre 2018, el MP CICIG emitió su Comunicado de prensa número 088. En él se refiere a ejecuciones extrajudiciales y torturas acontecidas entre 2004 y 2007. Cuenta que el 22 de octubre de 2005, hace trece años, 19 reos se fugaron de El Infiernito. Cuatro de ellos fueron capturados y torturados en las instalaciones de la Policía, posteriormente los eliminaron. Responsabiliza a Carlos Vielmann, Erwin Sperisen y Víctor Hugo Soto de actuar como verdugos primero y asesinos después.

Entiendo, aunque no forma parte de ese Comunicado, que la dantesca versión del MP CICIG también sindica a Carlos Vielmann, entre otros, de haber puesto de rodillas a esas personas y desde atrás, a corta muy distancia, dispararles en la cabeza.

El MP CICIG no menciona que hubiera un conocimiento previo entre Vielmann y los reos muertos. Me parece poco probable que Vielmann conociera a los prófugos que, según el MP CICIG, asesinó a sangre fría. Los círculos sociales, culturales, familiares, económicos… de ambos son diferentes. Uno, simplemente no conoce criminales, menos de esa calaña.

Tampoco presenta posibles causas o móviles para que Vielmann haya torturado a cuatro convictos ya sido apresados ¿Había sido él o algún miembro de su familia, en el pasado, víctima de los criminales? ¿Era la venganza un móvil probable?

Si no los conocía y aun así primero los torturó y después disparó contra ello, uno a uno, entonces Vielmann tendría que padecer un trastorno psicológico grave. Acaso una psicopatía o una psicosis. Ese trastorno sería evidente en muchos otros actos de su vida social, laboral e íntima. Pero resulta que no es así. Se trata de una persona apreciada y respetada en los círculos que frecuenta.

Personalmente, descreo la tesis acusadora. Desconfío profundamente de los móviles de la CICIG y, me temo, también recelo del Ministerio Público. Esto último me preocupa. No debiera ser así. La ciudadanía honrada –dentro de la cual me incluyo– deberíamos tener confianza, respeto y certidumbre acerca de sus declaraciones y disposiciones. De lo contrario, nuestra predisposición a acatar las leyes del país, observarlas y someternos a ellas, se desvanece.

La falta de confianza en lo expresado por el MP CICIG me lleva a pensar que podría haber una agenda oculta tras la acusación. Veo al excomisionado moviendo los hilos desde atrás. Veo al fiscal Sandoval siguiendo órdenes que no debió acatar. Veo a la fiscal Porras siendo objeto de presiones intensas (Velásquez es un gran maestro de la amenaza, de la extorsión y manipulación de personas, empresas e instituciones). Veo que al final, habrá luz para Vielmann, Sperisen y Soto. Pero se les habrá robado, nuevamente, parte de su vida y de su prestigio personal.

Conocí a Carlos Vielmann Montes en 1969. Ese año, yo enseñaba Artes Plásticas en el Liceo Javier. Él cursaba el primer año de prevocacional (básico ahora). Era un niño de doce años, ordenado, disciplinado, educado, jodón… como casi todos en su clase.

Nunca volví a interactuar con él. Después, solo lo identifiqué a través de amigos suyos con quienes sí mantuve contacto y me contaron sobre él y otros. Me dio mucho gusto enterarme de su desarrollo como hombre de bien. Todo lo que supe de él, de la empresa que fundó, de su trayectoria como dirigente empresarial y aún de su vida familiar fue excelente.

Cuando aceptó el cargo de Ministro de Gobernación durante el gobierno de Berger, pensé que podría estar llamado a convertirse en ese dirigente político que tanto necesitamos en Guatemala. Entendí que exponía mucho a cambio, tan solo, de la íntima satisfacción de servir a su país. Y así lo hizo, como si se tratara de una empresa personal.

Entiendo que fue ministro los 365 días del año y las 24 horas de cada día. La toma de Pavón fue el más grande de sus éxitos y también el mayor logro del gobierno de Berger. Todas las personas honradas del país lo aplaudimos. Aquel fue un paso necesario y en la dirección correcta para convertir a Guatemala en un Estado soberano.

Los presidios, ese dolor de cabeza que se mantiene incólume hasta la fecha, habían pasado al control del Estado. Pero alrededor de los penales había intereses muy fuertes, que resultaron perjudicados. La reacción contra aquellos cuatro héroes temporales fue contundente. El mensaje fue claro. Nadie debía intentar accionar contra los penales en el futuro, como ha sucedido. Estos más que un lugar de reclusión de malhechores era, y sigue siendo, uno de los principales centros desde donde se desarrolla la criminalidad. Sus tentáculos, además de múltiples y poderosos, llegan a las más altas esferas. Posiblemente alcanzan organizaciones y organismos internacionales.

Las familias de los cuatro personajes que lideraron aquel movimiento, recibieron amenazas de muerte que obligaron a tres de ellos a abandonar el país. Como si el exilio fuera insuficiente, el poderoso brazo de la izquierda internacional accionó contra ellos. La ONU y su CICIG en Guatemala, TRIAL y organismos semejantes en Europa levantaron sus espadas contra Carlos Vielmann, Erwin Sperisen, Javier Figueroa y Alejandro Giammattei. Los tres primeros sufrieron persecución judicial en Europa. Giammattei en Guatemala.

Pese a una campaña millonaria que buscaba condenarlos, los sistemas judiciales fuertes de Austria y España declararon inocentes a Figueroa y a Vielmann, ordenando su libertad. En Suiza un joven juez vinculado familiar e ideológicamente con la organización socialista TRIAL, demoró el proceso e hizo lo indecible, incluso actuar fuera de la ley, para condenar a Sperisen. Lo juzgaron tres veces. La desesperación conduce al ridículo. Sperisen fue condenado a 15 años por ser cómplice de Figueroa, su subalterno en la PNC. Pero Figueroa había sido declarado inocente por el tribunal austríaco. Entonces sufre esa pena por ser cómplice de un inocente en libertad.

Aún en Guatemala con su sistema judicial débil, y toda la fuerza coercitiva de la CICIG, los tribunales declararon inocente a Alejandro Giammattei, exjefe de presidios. La CICIG, el MP y todos sus fiscales, testaferros protegidos y colaboradores poco eficaces no consiguieron demostrar que hubiera culpa en él y ordenaron su libertad. Giammattei escribió y publicó un libro donde relata cómo fue víctima de ese ente perverso creado por la ONU.

En suma, varias personas en cautiverio y con condenas por crímenes cometidos fueron muertas. Los cadáveres fueron identificados plenamente. Unos murieron durante la toma de Pavón cuando opusieron resistencia. Otros cuando trataron de escapar, después de cavar un túnel. Era gente peligrosa, quizá los peores ciudadanos de nuestro país. De contar con una pena de muerte ágil, posiblemente muchos de ellos la habrían recibido por condena.

La CICIG y el MP han presentado cargos contra ellos en.

En ninguno de los cuatro tribunales (Guatemala, Austria, Suiza y España) que han conocido los cargos presentados por el MP CICIG se ha encontrado culpa alguna en las personas acusadas. Sin embargo, esta vez lo vuelven a intentar. Uno se pregunta ¿por qué? ¿Cuál es el móvil de tales intentos? ¿Acaso no ocurren nuevos y cada vez más sanguinarios crímenes en nuestro país? ¿Por qué seguir escarbando los de hace 13 años vez de reconocer que nada hay?

¿Cómo es que la nueva Fiscal se ha dejado involucrar en esas acusaciones perversas? ¿No ve que nos ponen en vergüenza? Cuando el MP CICIG instigó para que España extraditara a Julio Ligorría, los jueces españoles debieron exclamar ¡ya están otra vez los guatemaltecos haciéndonos perder tiempo y recursos! Alguien debió decir: ¡Mandadlos a la punta de un cerro a que se rasquen duro! Y eso fue lo que hicieron… e hicieron bien.


J, Fernando García Molina

 

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