“La ciudadanía demanda nuevos partidos y nuevos liderazgos. Desde luego, esto no pasa solo por crear nuevos partidos, sino también porque aumente la participación de las personas en los partidos”.
En estos días volvió a surgir la discusión sobre una nueva reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP). Hay un alto consenso en que es necesaria una nueva reforma, pero el problema está en definir qué tipo de reforma queremos y para qué la deseamos. La idea no es reformar por reformar. O cómo dirían por ahí, hacer que todo cambie para que las cosas sigan igual.
La viabilidad política y técnica de la propuesta de reforma electoral se sustenta en tres aspectos, que no son fáciles de alcanzar, pero si necesarios para hacer avanzar la reforma. El primero de ellos es tener un objetivo claro y muy bien definido, el para qué. Y en este aspecto, lo prioritario es impulsar una reforma que abra los espacios de participación.
El sentimiento generalizado es que los partidos son estructuras centralizadas, excluyentes y poco institucionalizas.
“La ciudadanía demanda nuevos partidos y nuevos liderazgos. Desde luego, esto no pasa solo por crear nuevos partidos, sino también porque aumente la participación de las personas en los partidos ”.
El progresivo deterioro y la pérdida de legitimidad del sistema de partidos políticos colocan sobre la mesa la necesidad de reformar la LEPP con el objetivo de promover mayor competencia electoral. No nos perdamos en muchos elementos. Una reforma con un objetivo claro: promover una renovación política y partidaria.
El segundo de los aspectos, que dota viabilidad política y técnica a la propuesta, es qué tan acotado puede ser el proyecto de reforma. Aquí hay una relación inversa entre la cantidad de cambios que se quieran hacer y las posibilidades de aprobación. A mayor número de artículos por reformar, menor será la probabilidad de que se apruebe, y viceversa, una propuesta limitada, tiene más oportunidades de aprobación.
Este aspecto contribuye principalmente a que los diferentes actores, principalmente los políticos, logren los acuerdos necesarios. Es más fácil hacerlo con una reforma acotada. Para ello, se necesita tener claridad en qué tipo de reformas se harán. Tener claro el norte y conocer con precisión qué teclas son las que se deberán presionar en el tablero electoral.
Y para promover mayor competencia electoral habrá que apuntar a la creación de partidos departamentales, prohibir que los partidos puedan postular candidatos en donde no tienen organización partidaria o modificar los requisitos de organización de los partidos.
Por otro lado, el tercer aspecto importante es la legitimidad y representatividad que tenga el texto de la propuesta de reforma. Es decir, que tan cercanas están las modificaciones que se impulsan con las necesidades y demandas de la población. Este aspecto dota de respaldo y permite generar condiciones favorables para que el texto a reformar se apruebe.
La ciudadanía demanda nuevos partidos y nuevos liderazgos. Desde luego, esto no pasa solo por crear nuevos partidos, sino también porque aumente la participación de las personas en los partidos. Y para ello, asegurar que la participación se desarrolle en condiciones democráticas. Ya no más las prácticas clientelares, como las ventas de candidaturas, nepotismo y compadrazgo.
Y también se necesita un Tribunal Supremo Electoral (TSE) fuerte, institucionalizado e independiente para que pueda cumplir con sus funciones. Y no debilitar su independencia para controlar su actuar, como se pretende hacer desde los partidos, con un claro interés.
El sistema requiere de una reforma electoral acotada que oxigene el sistema político. ¿Qué opina usted?
Publicado por José Carlos Sanabria, el 03 de Agosto, por Publinews
http://://www.publinews.gt/gt/opinion/2017/08/03/claves-la-reforma-electoral.html
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