Publicado por Siglo XXI el 28 de febrero 2017
Guatemala no es ajena al cambio de gobierno en los Estados Unidos, y el efecto de la transición, sin duda alguna, se ha dejado sentir aquí más temprano que tarde, con la reciente visita del general John Kelly. Lo primero que se percibe es una variación en el lenguaje del embajador Todd Robinson, quien en una entrevista radial ya no trató como criminales a quienes criticamos el trabajo del colombiano Iván Velásquez, y además se incluyó en los mensajes de Twitter de la embajada la palabra “desarrollo”, lo que algunos interpretamos como una forma del Departamento de Estado de dar a entender que al fin comprendió que la protección de la inversión, y no su acoso, es la clave para evitar la migración ilegal.
En la entrevista radial a la que hago referencia, el embajador comentó que el colombiano Velásquez y el general Kelly sostuvieron un reunión de una hora, mientras que la oficina del secretario de prensa de Homeland Security (la Secretaría de Seguridad Nacional) en un pormenorizado boletín fechado el 24 de febrero, informó que durante su visita a Guatemala el general Kelly se reunió con el presidente Jimmy Morales, el ministro de Gobernación Francisco Rivas, el canciller Carlos Raúl Morales, el director de la Policía Nacional Civil y el director de migración, y con funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional asignados en Guatemala. La supuesta reunión con el colombiano, a la que hizo mención el embajador, no aparece en el informe, lo que solamente puede tener dos explicaciones: o Robinson mintió en la entrevista, o la reunión con el comisionado de la CICIG se le pasó por alto a la oficina de prensa de la secretaría, pero parece muy extraño que reporte una reunión con un funcionario de segunda categoría, como lo es el director de migración, y omita una con un personaje de la relevancia de Iván Velásquez, o tal vez Velásquez no tiene hoy la importancia que tuvo durante el gobierno de Barack Obama. Es poco probable que la agenda ideológica del comisionado de la CICIG esté en consonancia con la agenda del presidente Donald Trump, a quien, como ya es obvio, los socialistas causan un grave escozor, y que a los oídos de los nuevos inquilinos del Departamento de Estado hayan llegado, al fin, los informes de los desmanes del colombiano Velásquez, de la mano de connotados militantes de la izquierda terrorista.
Lo cierto es que de nuevo esta semana podría conocerse en el Congreso la propuesta de reformas a la Constitución; de ser así, otra vez presenciaríamos un pulso entre algunos diputados y un Iván Velásquez que cada vez luce más solitario. Aparte del fervor que aún demuestran por él las batonistas de la prensa de izquierda y sus analistas -todos relacionados en algún momento con el gobierno de la UNE- y el embajador, parece que de nuevo los Estados Unidos darán una muestra más en el sentido que es un país que no tiene amigos, sino solo intereses, y que el interés por instaurar aquí un sistema como el de Cuba o Venezuela que Barack Obama tuvo, ya no existe, y que Iván Velásquez fue solo un interés más.
El apoyo que según el embajador Robinson su gobierno seguirá proporcionando a la CICIG –y del que el general Kelly no mencionó una sola palabra-, debe ser enfocado a la institución, y no a la imagen de una persona. Y debe entrarse ya, después de diez años, a una etapa de transición para trasladar al Ministerio Público toda la responsabilidad de la persecución penal.
La lucha contra la corrupción es, definitivamente, un tema que aun está pendiente, y que no podrá jamás efectuarse con éxito, mientras el único propósito de esa lucha no sea el de acabar con la corrupción. Solo un tigre es capaz de dominar a un tigre; somos los guatemaltecos quienes debemos arreglar nuestros asuntos. La ayuda de afuera se agradece, siempre y cuando sea inteligente, y sepa descifrar nuestra idiosincrasia. De los fracasos de los redentores extranjeros, estamos hartos.
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