La corrupción no se combate con corrupción

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Publicado por Siglo XXI el 22 de febrero 2017

http://www.s21.gt/2017/02/la-corrupcion-se-combate-corrupcion/


El desconocimiento del constitucionalismo, de lo que es una Constitución y cuál es su propósito esencial, tendría que ser enseñado en las escuelas, desde el tercer grado primaria por lo menos. Ese déficit de conocimiento se extiende luego a la ciudadanía y está presente también en las universidades cuyas facultades, como alguna vez dijo Ortega y Gasset, también tienen analfabetos.

La intención de esta serie cotidiana de artículos ha sido evidenciar la total improcedencia de las absurdas y dañinas reformas constitucionales propuestas, y de paso contribuir a la difusión de qué es una Constitución, para qué sirve, cómo se decreta y promulga. Cómo se reforma y, sobre todo, por qué debe cumplirse y qué justifica su obligatoria observancia.



Todo esto, como lo he enseñado en las aulas universitarias de posgrado. Pero no he avanzado mucho. Porque en Guatemala resulta difícil tratar temas trascendentes, ya que la atención se fija —se quiera o no—, en la angustia diaria, en la podredumbre inagotable, en el ominoso baño de sangre de una violencia irredenta.

Ayer mismo, por ejemplo, se informó del hallazgo de un cargamento de droga en congeladores descargados en el primer embarque recibido en la terminal TCQ, recién abierta por el Gobierno en desprecio del orden legal. ¿Esa era la prisa? En paralelo, el Renap llegó al clímax de su inutilidad, sin poder documentar a medio millón de mayores de edad. Si los coaccionados diputados aprueban las modificaciones a la Constitución, —lo que sería desastroso—, tendríamos que ir a una Consulta Popular en la que quedaría marginado medio millón de personas por no tener DPI.

Como todo registro, Renap tiene que convertirse en órgano jurídico especializado y no como ha sido, una plaza de negocios y fraudes, dirigida por un informático que nada entiende de la imperativa tutela de los derechos ciudadanos y de los fines de certeza y seguridad jurídicas que el Estado debe garantizar. Otra entidad calamitosa, el Tribunal Supremo Electoral (TSE), olvidado por la vindicta pública a pesar de la incompetencia, ilegalidad, corrupción, servilismo y cinismo con el que actúa.

Y que aseguraría, con fraude incluido, la ratificación popular de eventuales enmiendas constitucionales que nos serían finalmente impuestas. El TSE como el Gobierno entero, debe ser rediseñado; en su caso para depurarlo. Y de paso, responsabilizarlo de la elección de autoridades del sector judicial, antes que la horda totalitaria dé un manotazo y se haga con el poder de sojuzgar a quien quiera.

Resulta una obviedad pues, que la corrupción no se combate con más corrupción. Que el Estado tiene que enmendar su trayectoria de fracaso y debe dejar de ser un peligro para otros países y para nosotros mismos. Guatemala necesita cambios urgentes, pero no para peor. O sea, no como los propuestos por una camarilla de extremistas a los que no les tiembla la mano para instrumentalizar y aprovecharse en los más humildes.

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