Publicado por La Hora el 6 de enero 2017
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Ayer Univisión publicó, con lujo de detalles, la ubicación del exministro guatemalteco Erick Archila que se encuentra prófugo en los Estados Unidos. Simplemente se requirió información de los documentos públicos en la ciudad de Miami para determinar, exactamente, donde está viviendo quien fuera no solo ministro de Energía y Minas, sino fundador de un grupo de comunicación social que organizó precisamente para lavar el producto de la corrupción. Ninguna autoridad de Guatemala hizo el menor intento por ubicar a Archila, como no se hace con ninguno de los que escaparon oportunamente para evadir la acción de la justicia y los periodistas de la cadena Televisiva demostraron que no es cosa del otro mundo acceder a los registros oficiales en países como Estados Unidos.
Yo pienso que el caso de Archila, junto al de Sinibaldi, son paradigmáticos para entender la forma en que nuestro sistema de justicia es tan débil a pesar de que contamos con el apoyo de la Comisión Internacional Contra la Impunidad que ha sido un avance extraordinario y que estimuló al Ministerio Público a realizar cambios importantes en el desempeño de su labor. No se puede avanzar mucho en la implementación de la justicia sino tenemos instrumentos para ubicar a los criminales.
En el caso de Archila estoy seguro que no se ha hecho ningún esfuerzo para determinar la ruta de los recursos que sus socios en Guatemala siguieron produciendo con el manejo de los medios de comunicación que había organizado y operado el exministro con la cooperación de muchos colegas periodistas que, al parecer, hasta ahora se dieron cuenta de lo que estaba pasando. Periodistas excelentes para investigar a otros, para denunciar a otros, viendo la paja en el ojo ajeno, pero que nunca vieron la paja en el propio cuando recibían pautas de las empresas mineras y de combustibles que tenían los tratos con Archila en el ministerio.
Ahora, cuando lo burdo de la situación los desborda, algunos se quieren dar baños de pureza renunciando a los cargos que durante muchos meses desempeñaron en sociedad y contubernio inocultable con quien es prófugo. Creo que una de las cuestiones esenciales de la lucha contra la corrupción es que tiene que haber un repudio social a los corruptos, cosa que evidentemente ni siquiera con periodistas “informados” sucedió en este caso.
Por ello es que podemos decir que no hay sector de la economía ni actividad alguna que no se haya visto afectada por la forma generalizada de aceptar la corrupción, de convivir con ella y también sacarle raja. Las mieles que produce son empalagosas y aun los que se ganan la vida señalando vicios en otras personas, resultan complacientes y tolerantes cuando ellos mismos pueden gastar a manos llenas, lavando el dinero de las concesiones a dedo que eran autorizadas en Energía y Minas. Creo que tenemos que ser definidos y claros en la lucha contra la corrupción y no andar con medias tintas para justificar la propia y condenar la ajena.
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