Gente sin alma

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Publicado por Soy 502 el 6 de octubre 2016

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El caso “El Bodegón” da asco.

El nuevo caso de corrupción que ha llegado a tribunales confirma que entre los burócratas y contratistas del Estado, hay gente sin alma.

En el colegio me enseñaron que robar es malo. No importa si se trata de un quetzal o un millón –de un huevo o de un buey, como dice la sabiduría popular- quien se arroga el derecho de tomar lo ajeno pierde los escrúpulos.

El riesgo de transgredir no es que a uno le patine el pie en un desliz inofensivo, que sea una cosa de una vez y ya, sino que poco a poco, el violar normas se vuelva un hábito que nos lance como costal por el resbaladero de los vicios. 

Cuando uno ve las acusaciones por corrupción que se están ventilando en tribunales comprende que eso último es lo nos pasó como sociedad. De tanto transgredir, hay gente que perdió todo sentido de la decencia e incluso de la humanidad más elemental.

El último ejemplo es el de los implicados en el caso “El Bodegón”. La Fiscalía acusa a estos señores de aprovecharse de un “estado de calamidad” decretado en 2014 para defraudar al Estado, comprando maíz y frijol que debía repartirse entre familias de escasos recursos.

Para poder lucrar a título personal, los sindicados consiguieron en México granos básicos en mal estado y los ingesaron al país de contrabando. Así, de la forma más infame, explotaron el hambre de los guatemaltecos: en vez de proporcionarles el alimento que necesitaban, les dieron maíz y frijol podrido y lleno de gorgojo, que ni siquiera era considerado apto para consumo animal.

 

Estas personas no solo estafaron al fisco, sino que pusieron en riesgo la vida de miles de personas, pues para disimular el mal estado del alimento, le añadieron químicos que podían tener efectos tóxicos.

En otras palabras, para hacer su mafia no les importó la posibilidad de envenenar a la gente. Falta todavía investigar si no hubo personas que en realidad murieron por consumir esos granos.

Para estos canallas no puede haber impunidad. Todo el peso de la ley debe caer sobre quienes, en su infinita codicia,  intentaron enriquecerse a costa del hambre de los más necesitados.

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