Si en el 2015 la indignación popular se centró en el Organismo Ejecutivo, en el 2016, desde el primer día que asumió la octava legislatura, el Congreso de la República parece empecinado en ganarse la animadversión, la antipatía y la descalificación, tanto de quienes los eligieron como de aquellos que ven cómo el ejercicio de la política avanza hacia la degradación, al punto de que se hace inevitable pensar en las posibilidades reales para depurar ese organismo.
En menos de cien días de ejercicio legislativo han pasado de la expectativa a la decepción institucional, debido al pulso de intereses sectoriales, a la escasa altura intelectual del debate sostenido y, sobre todo, al transfuguismo. Esta es una actitud de las más despreciadas por la ciudadanía, porque es sinónimo de traición y porque los movimientos de los traidores al voto ocurren sobre todo entre representantes electos por los partidos Patriota y Líder, los cuales fueron castigados en las urnas por sus oscuras prácticas.
La esperanza de que nuevos diputados trajeran una renovación ética en la práctica legislativa quedó diluida cuando un numeroso grupo entró por primera vez al hemiciclo, pero en lugar de convertirse en agentes de cambio se plegaron a las prácticas cuestionadas de los llamados “depurables”.
Entre ellos figura el congresista Juan Manuel Giordano, quien al solo tomar posesión empezó la carrera que le ganó el dudoso honor de ser el diputado que más veces ha cambiado de partido. Fue reelecto por Líder y de esta agrupación se pasó al oficialismo.
Su documentada búsqueda afanosa de beneficios personales hizo que una vez instalado en la bancada de FCN-Nación, apenas tres semanas después de haber asumido su segundo período, intentó utilizarla como plataforma para presionar a funcionarios del Ejecutivo, so pretexto de fiscalizar su ejercicio.
Pero fue su misma actitud deplorable, con pleno sentido de la impunidad, la que lo llevó a sostener intercambios de mensajes en línea en los cuales buscaba tener apoyo de la bancada para, literalmente, “poner de rodillas” a gobernadores, como el de San Marcos.
Aunque solo se conoce un fragmento de la conversación digital, no hay que tener más de dos dedos de frente para ver el carácter oportunista y maquiavélico de este novato legislador, cuyas propuestas o intervenciones en el parlamento han sido escasas y frívolas.
Sin embargo, echar toda la carga de desgaste del Organismo Legislativo sobre el diputado Giordano sería inexacto, pues existen otros muchos tránsfugas cuyo recorrido también ha dado un gran aporte al desprestigio de ese organismo.
Algunos son diputados reelectos bajo el desfalleciente Partido Patriota, que parecen no haber aprendido la lección de lo ocurrido a ese gobierno. Otros son lideristas irredentos que con todo y la estrepitosa caída de su expresidenciable aún pretenden privilegios para la asignación de contratos.
Desafortunadamente, de esa cultura de chantajes congresiles nadie se salva. Sorprende el lapso tan corto que ha transcurrido para que los representantes del oficialista FCN-Nación participen en las mismas artimañas, una ratificación de la prevalencia de la vieja y nefasta política.
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