Empecé a hacer ciclismo de montaña hace unos tres años. No había hecho ciclismo desde que me gradué de la universidad. En ese entonces hacía ciclismo de ruta. Tenía un grupo de amigos y salíamos los domingos a dar un paseo que podía durar toda la mañana. Le dábamos la vuelta al lago o íbamos a Antigua Guatemala o un poco más allá de Sumpango y regresábamos felices de la vida. No teníamos miedo aunque sí respeto en las carreteras a los camiones y autobuses que pasaban rápidamente al lado de uno y casi te sacaban de la carretera o algún vehículo que imprudentemente te achicaba el espacio. Eran algunos de los riesgos que uno corría al salir en bicicleta.
Dejé de hacer bicicleta de ruta cuando mi compañero de “salidas en cicle”se fue a estudiar un posgrado a otro país. No me sentía cómodo saliendo solo. Me daba miedo. Entre dos nos apoyábamos. Siempre íbamos pegados a la derecha y con repuestos por si nos pasaba algo. A lo que más miedo le tenía era a que algún vehículo me atropellara o me tirara por ahí. No temía ni a los baches, ni al mal camino, ni a los perros que te salían persiguiendo en algunos sitios, ni a las cosas que de alguna manera yo podía controlar. Le temía a lo que no podía controlar, a los conductores imprudentes. Al ir en bicicleta uno va desprotegido, pues cualquier golpe va directamente al cuerpo.
La bicicleta de montaña me ha encantado, pero no deja de tener otros peligros. Al que más le temo es a que un grupo de ladrones nos paren y nos asalten. Esto ocurre mucho en algunas rutas por Antigua Guatemala y en varios lugares del país. Qué pena y qué vergüenza, pero es la realidad. En ruta estás sujeto a la imprudencia de algún automovilista. En la montaña a que te asalten.
¿Por qué estas líneas sobre el ciclismo? Por el fatal accidente ocurrido la semana pasada en el cual fue atropellado un campeón ciclista experto en ruta, Juan Pablo Gularte, a quien no conocí pero sí a su hermano, Piccolo, quien es otro gran ciclista y promotor entusiasta de este deporte. El accidente fue fatal ya que Juan Pablo murió por los golpes recibidos. Estaba practicando su deporte favorito de madrugada (es la hora en que menos tránsito hay) y lo de siempre, la imprudencia de un joven causó el fatal accidente. Mi sentido pésame a Piccolo y la familia de Juan Pablo.
No pretendo juzgar a nadie, eso será asunto del juez. Me quiero concentrar en los peligros que hay en este país para practicar este hermoso deporte y medio de trasporte para hacer un llamado a los automovilistas a que piensen que al conducir su vehículo pueden distraerse y cometer un accidente con este saldo trágico.
El llamado es a que no se distraigan y respeten a los ciclistas y peatones. Conducir un automóvil, un camión, un autobús implica una gran responsabilidad. El conductor es el responsable de sus propios actos. No importa la razón de distraerse, es el responsable por ir al volante. Y las distracciones pueden ocurrir en un abrir y cerrar ojos. Luego es tarde para arrepentirse. El daño está hecho y los lamentos llegan. Mejor prevenir que lamentar.
Espero que este fatal accidente no se repita ni con ciclistas ni peatones. La cultura guatemalteca debe cambiar y volverse más respetuosa con aquellos que andan a pie, en bicicleta, en moto o incluso en automóviles pequeños.
Publicado el 17 de diciembre de 2015 en www.s21.com.gt por Ramón Parellada http://www.s21.com.gt/hacia-libertad/2015/12/17/ya-no-hago-ciclismo-ruta
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