Los patos le tiran a las escopetas

Los gobiernos ponen las barbas en remojo.
 
La verdadera amenaza al orden constitucional y a la paz social nace, hoy día, en muchos países, de los malos gobiernos, no de la ciudadanía. Solo veamos en el vecindario y unas cuadras más abajo. Son los actos de corrupción, frente a los que reacciona sin rubor y por rancio hábito el sistema de impunidad, los que debilitan a los Estados democráticos. Es la violencia criminal, muchas veces vestida con uniforme de comisario policial y con fuerte protección de algunos operadores de justicia, lo que anula el Estado de derecho y la función primaria de Estado.

Entre corrupción extendida y criminalidad rampante no hay novedades en Latinoamérica. Lo novedoso es la respuesta ciudadana demandando “no más”, “o cambian el sistema o los cambiamos a ustedes, antes de que nos desbarranquen”. En Guatemala, Honduras o México; en Brasil, Argentina, Venezuela o Chile el clamor es el mismo, y el derecho de reclamo, desobediencia civil y libre determinación del pueblo igualmente garantizado por sus Constituciones y el Sistema Interamericano de Derechos Humanos.

Considerando que muchos gobiernos quieren poner las barbas en remojo, por aquello del contagio ciudadano, no debería de extrañarnos que la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe) y la OEA arrojen declaraciones de solidaridad entre gobiernos y para gobiernos señalados de corrupción y bajo acoso ciudadano. Claro, calladitos se verían más bonitos o, al menos, no tan toscos.

El telón se corre cuando un ciudadano, en cualquier país del mundo, pone, por ejemplo, ante sus ojos la declaración de la OEA y, a la vez, el editorial de Anita Isaacs, America’s Second Chance in Guatemala, publicado en The New York Times el pasado día 22, una de las mejores descripciones de lo que ocurre en Guatemala, junto a la nota de Elisabeth Malkin, corresponsal del mismo diario en la región, reproducida en Prensa Libre el domingo 21.

El riesgo mayor para los gobiernos de la región es que la ciudadanía les rompa la corrupción institucionalizada. Hasta ahora, en la mayoría de países agitados por la protesta ciudadana, no hay violencia ni manipulación, pero sí resistencia de los regímenes a cambiar su hábitat corrupto y a veces hasta criminal, y para ello se refugian en un legalismo insustancial, por ilegítimo. Cuando la legalidad pierde legitimidad –dice muy bien Bernardo Arévalo– se vuelve herramienta de dominación, no sistema de convivencia.

La soberanía descansa en el pueblo. Si a una parte significativa del pueblo, rehén de la pobreza, se le extiende la condena a través de dádivas y prácticas clientelares, es doblemente legítimo luchar por su liberación. Haciéndolo se fortalece el orden republicano y la institucionalidad democrática. No al revés. La ecuación se completa con un actor, minoritario pero poderoso, y que contiene, poquitos con privilegios. Si ellos, los empresarios, se deciden por la modernidad de este Siglo, las escopetas tendrán mejor puntería sobre los gobiernos patos, y ganaremos mejor convivencia.

Publicado el 25 de junio de 2015 en www.elperiodico.com por Edgar Gutiérrrez 
http://www.elperiodico.com.gt/es/20150625/opinion/14149/Los-patos-le-tiran-a-las-escopetas.htm

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