Cantidad de personas e instituciones han manifestado su repudio por los miles de niños, pequeños, íngrimos, que emprenden el éxodo de la muerte. Sería fantástico que hoy, instituciones o personas, pronunciemos nuestra indignación por las constantes penurias en materia educativa. Los retrocesos, las ausencias, las deserciones, la nula inversión en calidad, las condiciones nefastas de las escuelas rurales, por enumerar algunas. El tema de la emigración infantil es tan serio, como seria es nuestra democracia fallida, incapaz de apostar por la raíz. Quizá, el mayor mal esté en reaccionar hasta que llega la tragedia. Luego se culpa a lo inmediato (¿padres de familia?), lanzando por la borda las responsabilidades constitucionales, cada vez en mayor deterioro. La miseria, la violencia, el vacío cooptaron a gran parte de la población.
“Aumentan menores enviados a juzgados. Extorsiones y homicidios son los delitos por los que más adolescentes han sido procesados”. “22 menores han desaparecido en los primeros días de julio”. Tales titulares, ¿reflejan lo que ofrece esta tierra a su niñez? Casi 4 mil denuncias anuales en la PDH, por violaciones a derechos de los menores. ¿Y el hambre? El verdadero problema no es qué haga Obama (seguramente, reforzar la seguridad en fronteras), o cómo construir más cárceles. El problema es qué vamos hacer nosotros ante semejante desventura. He ahí el meollo.
Publicado el 09 de julio de 2014 en www.elperiodico.com.gt por Anabella Giracca http://www.elperiodico.com.gt/es/20140709/opinion/250505/
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