JORGE JACOBS A
Hace mucho tiempo, en un pequeñopaís muy, muy lejano, había una reina que no le satisfacía solamente el dinero y el poder que conllevaba su puesto, ¡quería más! Así que ideó la forma de hacerse con todo el dinero y todo el poder: convertirse en la madrastra de todos sus -según ella- súbditos. Cuando hizo el anuncio, la mayoría se rio y burló de la reina, pero esta no se inmutó ante la incredulidad de sus vasallos y empezó a implementar su plan. De niña había leído los cuentos de hadas y sabía bien cómo funcionaba el papel de madrastra: tenía que expoliar, explotar y subyugar a sus hijos postizos y darles a sus consentidos hijos todo lo que quisieran.
Su ambición era tanta que no escatimaría ningún método para ir apropiándose de todas las posesiones de sus ahora hijastros. No importaba si para ello debía mentir, robar, abusar o extorsionar. Estaba clara en cuál era su propósito. No le importaba por encima de quién tuviese que pasar. Al final, ella era la reina y todos los demás, sus súbditos.
Durante algún tiempo la reina se salió con la suya. Las posesiones de la familia real se incrementaron como espuma. Riquezas más allá de lo que alguna vez pudo siquiera imaginar llenaron las arcas reales. Los hijitos de la reina se daban lujos que de otra manera jamás podrían haberse dado. Se codeaban con la realeza del mundo. Viajaban a lugares exóticos llevando con ellos toda una comitiva de aduladores. Daban fiestas tan extravagantes que hasta los príncipes de otros reinos mucho más grandes y ricos se quedaban estupefactos. Se preguntaban cómo los príncipes de tan pequeño reino podían costear semejantes bacanales.
Mientras tanto, la situación en el pequeño reino cada día era peor. Por si no fuera suficiente, el yugo que los habitantes cargaban para mantener las ambiciones de la familia real, esta había descuidado sus funciones, la violencia y la criminalidad crecían cada día. La burbuja en que vivía la familia real cada vez se apartaba más de la realidad que a los demás les tocaba enfrentar.
Algunos asesores de la reina, a sabiendas de que se jugaban la cabeza, intentaron hacerle ver la situación, pero no les hizo caso. Para ella todo iba viento en popa. Se deleitaba viendo sus caballos, sus carruajes, sus palacios. Además, razonaba, les daba a sus hijastros pelotas, cubetas, bolsas reales con alimentos. ¿De qué se podían quejar? No era tan mala como las madrastras de los cuentos. Algo les dejaba a sus hijastros.
Lo que la reina madrastra no entendía es que se puede presionar a la gente hasta cierto límite, pasado el cual, hasta el más dócil se rebela. Los habitantes del reino se caracterizaban por ser muy sumisos, pero la explotación de la reina llegó a tal nivel que la única salida que les dejó era la rebelión. En la primera oportunidad que tuvieron sacaron a la reina y la exilaron a un castillo amurallado, en una isla muy lejana. La historia de la reina madrastra terminó, pero los habitantes no entendieron lo que les había pasado. Rápidamente escogieron a una nueva familia real que no tardó mucho en tenerlos en la misma situación que la anterior. ¿Aprenderán algún día la lección?
Publicado el 15 de mayo de 2014 en www.prensalibre.com http://www.prensalibre.com/opinion/reina-madrastra_0_1138686192.html
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