Hugo Maul R.
Promesas en materia económica es lo que más abunda, sobre todo cuando se acerca el periodo electoral. Basta con poner un poco de atención a las decenas de miles de vallas, afiches, rótulos y mantas que contaminan visualmente el espacio público de las calles y carreteras del país, para darse cuenta de ello. Lamentablemente, todas y cada una de esas promesas obedecen más a consideraciones de corto plazo y de impacto electoral que a las verdaderas necesidades del país. Tampoco se trata de algo nuevo, desde que Guatemala regresó a la democracia a mediados de los años ochenta la historia ha sido la misma: prometer lo que sea con tal de llegar al poder; luego hacer lo que se pueda y pasar los problemas a los que vengan después. Esta fragmentación en las decisiones de política económica y la ausencia de una estrategia de desarrollo económico de largo plazo es una de las principales razones que explica el pobre desempeño económico del país. Una situación que difícilmente podrá revertirse en el corto plazo y que pone en grave riesgo las posibilidades de desarrollo del país.
Los Acuerdos de Paz, el ejercicio más cercano de lo que podría considerarse una estrategia de desarrollo, para bien o para mal, nunca llegaron a convertirse en un verdadero referente que sirviera de guía para las decisiones de largo plazo. Desde hace unos 30 años, a mediados de los años ochenta, las decisiones en materia económica han obedecido más a urgencias o necesidades coyunturales que a decisiones enmarcadas dentro de una estrategia de desarrollo de largo plazo. La historia económica durante los últimos 40 o 50 años claramente lo demuestra; nuestro crecimiento económico, más que obedecer a la ejecución de una estrategia determinada, ha obedecido a variaciones en los precios de los productos de exportación y de importación, a los desequilibrios macroeconómicos internos y a cambios en el contexto económico global.
En tal sentido, aunque se pueda estar en contra de la conceptualización subyacente detrás del modelo de desarrollo, el periodo económico que va desde mediados de los años cincuenta hasta finales de los setenta, es la única experiencia reciente en la cual una mayoría de decisiones de política económica obedecieron a una estrategia claramente delineada. Independientemente de las virtudes y defectos del modelo de desarrollo económico que impulsó en su momento el Mercado Común Centroamericano, es importante resaltar la apuesta clara con una estrategia de desarrollo económico basada en la creación de un mercado regional y la promoción del sector industrial. No está de más recordar que durante la década de los setenta el sector industrial creció a tasas superiores al seis por ciento anual, un hecho que no ha vuelto a repetirse de manera sostenida en las décadas subsiguientes en ningún otro sector. Si bien el país gozó de condiciones externas favorables, parte de los resultados de esa época están ligados al seguimiento de una estrategia de desarrollo claramente definida, aunque inconsistente a largo plazo. Algo que hoy parece estar más lejos que nunca.
Publicado el 29 de abril de 2014 en www.elperiodico.com.gt http://www.elperiodico.com.gt/es/20140429/opinion/246458/
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