Regalitos politiqueros

ALFRED KALTSCHMITT

Ya el voto cerebral, aquel que puede discernir lo que es factible y realista de la paja politiquera vociferada desde “tarimazos” demagógicos -de común uso por los candidatos en los tiempos de “votitis” aguda-, es casi inexistente. El voto pensante es una especie en extinción. Un minúsculo fósil de escasa relevancia o incidencia. Lo que prevalece y se esparce alrededor del globo son los “regala todo”; los repartidores para “nivelar” la balanza de la inequidad. Los distribuidores de la “riqueza”, esa que ellos no generan, pero les encanta repartir.

El mal ejemplo comienza con los Estados Unidos. Regalando cosas y prebendas es que Obama logra su segundo mandato. ¿Como no van a votar por él los 45 millones que reciben food stamps, (cupones de comida)? ¿O las decenas de millones que recibieron pago de desempleo por dos años, lo cual generó no solo un poderoso desincentivo, sino que permitió que muchos trabajaran bajo de agua y siguieran cobrando el desempleo? La carnada de lo gratuito es irresistible.

Del otro lado de la tarima estaba Romney, un candidato realista que sabía que esos programas operan con pérdidas de presupuestos desfinanciados. ¿Cómo decir que apretarse el cincho, cultivar la austeridad e incrementar la productividad es el único camino? Mal discurso para una audiencia ávida de ser “obsequiada”. Una batalla perdida. Y el camino, como lo señalan algunos, está pavimentado para que Hillary Clinton llegue a la presidencia en el 2016.

En Venezuela una vez más ganó el voto comprado. El voto “madurado” por la demagogia, culpando a la oposición hasta de los apagones. Incentivando a la población al saqueo de las tiendas de electrodomésticos que “tienen muy caros” los artículos. Clientelismo rapaz generador de una masa dependiente dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de sobrevivir. Al extremo de no importarle hacer cola más de dos horas para comprar papel toilette y leche en supermercados con anaqueles vacíos.

Ese clientelismo, obsequia-todo, le arrebató a Capriles la victoria a pesar de haber ganado en las cuatro principales ciudades, incluyendo, ¡oh ironía!, Barinas, la ciudad en donde nació Chávez, otrora bastión chavista.

Pero Maduro ganó utilizando todo el aparato e infraestructura estatal, desde el uso de ambulancias para la distribución de propaganda hasta el acceso ilimitado de los canales de televisión y radio nacionalizados. Y para colmar la balanza, una Comisión Electoral Nacional calificada como la más absolutamente sesgada y parcializada en la historia política de Venezuela.

El cáncer de “regalitis aguda” ya ha penetrado todos los procesos electorales del planeta. Desde este hemisferio al continente europeo, la enfermedad populista está presente para quedarse. Es simplemente más fácil prometer de todo, regalar lo que se pueda, ganar a como dé lugar, que presentar proyectos racionales y realistas.

Y aquí en nuestra Guatemala, la historia es idéntica conforme se acerca la larga noche electoral. Una neblina densa y oscura comienza a caer sobre los sindicatos, y organizaciones campesinas. El cortejo ya se inició y los candidatos ya les están cantando serenatas para cautivar los votos de sus afiliados, seducidos con igual inclinación con el “dame-dame”.

Al final de la fiesta obsequiadora populista, la goma de la realidad pasa la factura. Alguien tiene que pagar. Todos tenemos que pagar la factura tarde o temprano. No hay almuerzo gratis.

El Rabino Steven Pruzansky dijo algo muy cierto: “Los problemas que enfrentamos hoy están ahí, porque la gente que “trabaja” para vivir es menor que la gente que “vota” para vivir”.

Artículo publicado en el diario guatemalteco Prensa Libre, el día viernes 13 de diciembre 2013.

No Responses

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


The reCAPTCHA verification period has expired. Please reload the page.