Hugo Maul R.
Corrupción y abuso de autoridad en ellas no desaparecerán con más controles.
Aunque las cifras del Doing Business, indicador del Banco Mundial que mide la facilidad para hacer negocios en un país, muestren una mejora respecto del año pasado, un sistema aduanero ineficaz y corrupto impone un pesado costo para el resto de la economía. Al punto de eclipsar mejoras como las que reseña el referido indicador. Sobre todo, dentro de la lógica de un modelo económico orientado hacia el mercado exterior, en donde los problemas operativos y de corrupción en las aduanas se trasladan a todos aquellos sectores económicos que dependen de la importación y exportación de sus productos finales y materias primas. Corrupción, retrasos maliciosos, interpretaciones arbitrarias, cobros inexistentes, debilidades tecnológicas, falta de personal capacitado y opacidad en los procesos, siempre han existido en las aduanas. La única diferencia que existe ahora, si es que hay alguna, es la virulencia con que tales problemas atacan a los contribuyentes honestos.
Por regla general, ningún proceso de reforma aduanera ha sido completamente exitoso, sin embargo, eso no es excusa para permitir que la situación siga deteriorándose. No obstante, es preciso tener claro que la corrupción y el abuso de autoridad en las aduanas no desaparecerán mediante la simple introducción de más controles y supervisión. Antes bien, lo que se necesita es simplificar los procesos; darle más transparencia a las operaciones; utilizar más herramientas tecnológicas; adoptar reglas de decisión automáticas; mejorar los mecanismos de coordinación interinstitucional; nombrar funcionarios más capacitados, y; por sobre todo, limitar la esfera de poder discrecional de los funcionarios de aduanas. Estas reformas son complicadas y costosas, tanto en términos económicos como políticos y operativos. Probablemente, demasiado costosas para cualquier gobierno de turno.
Ante dicha realidad, aunque no lo parezca a simple vista, la mejor salida, al menos en términos operativos y de eficiencia económica, sería “cerrar” la aduana. Es decir, permitir el libre tránsito de mercancías a través de las fronteras y los puertos. Tal y como se decía en este mismo espacio hace exactamente un año, “el problema de las aduanas no hay que resolverlo sino “disolverlo”; eliminar todos los impuestos a la importación, incluido el IVA; las cuotas a las importaciones y regulaciones técnicas no relacionadas con acuerdos comerciales vigentes”. El IVA de importación que se deja de cobrar en aduanas se cobraría al momento de la venta local de los productos importados. Aunque el control del pago del IVA sería un poco más complicado para la SAT, los beneficios de no tener una aduana superan por mucho cualquier costo asociado con la recaudación tributaria. En última instancia, esta propuesta, al menos, es un paso en una dirección que nunca se ha experimentado. Más discrecionalidad y más controles son sinónimo de más abusos y corrupción.
Artículo publicado en el diario guatemalteco El Periódico, el día martes 29 de octubre 2013.
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