Inicia la época de la —súper— producción “académica” —llena de falacias y sin rigor científico—. La Flacso se convierte en un reducto de la exguerrilla —basta ver el claustro— con su metodología: “El marco teórico metodológico que ha servido como base fundante de las diversas publicaciones parte de lo legado por el marxismo”.
El país se llena de doctores en Antropología, exguerrilleros y manipulados por ellos, becados por los países extranjeros, quienes participan activamente en la preparación de los libros de texto, ocupan cátedras en las universidades. Y llenan las estanterías de las librerías —más extranjeras que nacionales— con una exagerada producción “investigativa” publicada con fondos de los gobiernos-facilitadores.
En las últimas entrevistas los guerrilleros han admitido que el Nobel para Rigoberta Menchú era una estrategia: los recursos para la insurgencia. Aunque la agraciada traicionó a todos —a la comunista venezolana Elizabeth Burgos, quien es la verdadera autora del libro Me llamo Rigoberta Menchú: así despertó mi conciencia; a los propios promotores, quienes no lograron que Menchú destinara el premio a la guerrilla; a sus paisanos, que no han visto ninguna mejora en sus pueblos—, pero el Nobel le abrió las puertas mediáticas. Ella es la figura idónea para la opinión pública internacional.
De manera astuta los guerrilleros que negociaron la paz crearon artículos de amnistía en la Ley de Reconciliación Nacional que les favorece a ellos, pero crea un vasto campo de la venganza contra el Ejército. Pasados cuatro años de “amnistía”, los subversivos emprenden en el 2000 la primera ofensiva penal en las cortes de España. La solicitud fue rechazada, no obstante, el objetivo fue logrado: la opinión pública internacional fue formada, las imágenes de los horrores del conflicto armado presentadas por Menchú en la prensa internacional se arraigaron en las mentes del público de allá y la palabra Guatemala se asoció con los conceptos de injusticia, violaciones a los derechos humanos y guerra.
Se crean las ONG con la inagotable ayuda económica internacional no fiscalizada por ningún órgano de ningún Estado.
Desde los principios de la década de 1990 los exguerrilleros han conseguido espacios en los gobiernos y en la prensa nacional, entraron en la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH) y otras organizaciones semejantes que “contabilizaron” sin ningún rigor estadístico —o hasta la fecha no lo han presentado— 200 y pico mil víctimas del conflicto, lo que horrorizó el mundo. La información sesgada sobre Guatemala, que vino desde el extranjero —y así, “la más objetiva”—, dominó la mente del público guatemalteco, en su mayoría joven e idealista.
A partir del 2005 aparece un sinnúmero de los columnistas exguerrilleros y afines en la prensa que exigen castigar a los “genocidas”, repiten los sofismas sobre “racismo”, “discriminación”, etc.
El terrorismo mediático se fundamenta en el primer principio de la percepción humana bien conocido a los exguerrilleros: la primera información que recibe el destinatario es la más fuerte y quedará en la mente por siempre. Y no se puede olvidar el famoso aforismo de Goebbels: la mentira repetida mil veces se convierte en la verdad, que se ha convertido en el lema de la guerrilla no dispuesta a perder.
Publicado el 24/05/2013 en www.prensalibre.com por ANTóN A. TOURSINOV http://www.prensalibre.com/opinion/guerrilla-mediatica_0_925107504.html
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