El juicio histó(é)rico

Esa ordinariez de saludar a la porra como estrellita de cine, manos cruzadas al pecho, se quedó corta. Faltaron los besitos al aire y el posado para las fotos, estómago sumido y un pie delante del otro, por aquello de visualmente achicar un poco la cintura. La parcialización descarada de la jueza Barrios requería los respectivos gestos para la galería. Pero no los hizo, y la verdad es que ni falta le harán. Con el circo que protagonizó durante las últimas semanas se habrá ganado ya una judicatura en La Haya, o como mínimo una nominación a algún premio internacional, un par de doctorados honoris causa de universidades progre gringas o europeas, o la aparición en una revista de esas que hacen listas de Las Chicas Superpoderosas del momento. Como sea, no tardaremos en enterarnos del premio a su ambición, única cosa que no hay que regatearle a esa señora. Porque se ha encargado de mostrarla tal cual: colosal y descarnada.

Yo lamento mucho todo lo que ha ocurrido en las últimas semanas, especialmente desde el viernes 10 de mayo. Los mutantes otrora subversivos y hoy “defensores de derechos humanos” consiguieron que le diera la vuelta al mundo como noticia la farsa de que en Guatemala hubo “genocidio”. Ya estarán gestionando otro premio nobel de la Paz para alguna de sus caras más visibles o alguna de sus agrupaciones más estentóreas. En Estonia –cuenta mi amigo ruso pero, por adopción, más guatemalteco que un tamal de carne– la gente no tiene idea de adonde queda nuestro país, pero ha escuchado que “en Guatemala hubo genocidio”.

Esto significa que de hoy en adelante toda esa cofradía cuatrera que le declaró la guerra a sus paisanos en los 60, 70 y 80 y que fue derrotada tres veces por el Ejército de Guatemala, podrá tachar a quien sea de “genocida” o de cualquier otra cosa, encausarlo sin el menor respeto por el debido proceso –pilar de cualquier sociedad que se precie de ser eso y no una tribu– y lograr condenas que aunque se caigan en instancias superiores por espurias, sirvan debidamente al revanchismo y a la humillación de quien tenga la mala fortuna de ser considerado adversario ideológico. Qué va, adversario no: eso es demasiado civilizado. Enemigo. “Al enemigo, ni justicia” decía Juan Domingo Perón, de malhadada memoria.

Para mi país, el 10 de mayo pasado fue más agorero y lúgubre que la noche triste de Cortés. Ese día las escenitas de Barrios y sus porristas inauguraron otra época de pre enfrentamiento. En 1996 los guatemaltecos dieron por terminado el conflicto, regresando a sus trabajos y los que éramos jóvenes, empezando estudios superiores, carreras y profesiones. Qué ingenuos fuimos. Parafraseando a mi colega Guillermo Méndez, preferimos la opción política –el apaciguamiento de la izquierda subversiva– y elegimos ignorar la realidad: que esa misma izquierda estaba organizando nuevas modalidades de confrontación. Tenían lo que el grueso de guatemaltecos no: dinero y tiempo libre. Por eso hoy no se puede evitar la polarización, porque esa gente lleva 18 años impulsándola. Lo que soy yo, pienso que su brutalidad para sofocar la verdad y silenciar a quienes la dicen (la increíble pretensión del CALDH por ejemplo), amerita la exposición, sin atenuantes, de sus crímenes de entonces y de sus hipocresías de ahora.

Publicado el 17/05/2013 en www.s21.com.gt por Karen Cancinos
http://www.s21.com.gt/reporte-scherezade/2013/05/17/juicio-histoerico

No Responses

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


The reCAPTCHA verification period has expired. Please reload the page.