Publicado por Prensa Libre el 13 de diciembre 2016
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Cuando se medita sobre casos judiciales como la Cooperacha, la Línea, TCQ, el fraude al IGSS y otros similares, cuyos supuestos autores esperan en prisión juicios que los dejarán posiblemente tras las rejas de por vida, no se entiende que personajes con ese perfil y capacidad pudieran cometer tales fechorías. Cómo fueron capaces de montar —y explotar— estructuras complejas que robaban sin piedad ni compasión, y sin medida.
La explicación, obviamente, no es la astucia, sagacidad e inteligencia de aquellos, sino la impunidad reinante que les permitió operar con total descaro y desfachatez. Sabedores de que: “aquí no pasa nada”, y: ¡como así fue por años! pensaron, equivocadamente, que podrían hacerlo durante un periodo más de gobierno. No le denominaría a eso “crimen organizado”. Estos, a lo sumo, conformaron una “banda de pillos-patanes” que aprovecharon la impunidad que ofrecía —y ofrece aún— el sistema, sin una pizca de ingenio pero con exceso de burla y prepotencia.
La afortunada detención de casi todos ellos, la acción sobre las propiedades de los huidos —como es el caso de las del señor Sinibaldi— o la más reciente de admitir el proceso de antejuicio contra el alcalde Arzú por un delito de instigación a la violencia, muestran una lucha frontal contra ese proceder y dinamita la estructura de permisividad y corruptela de los “intocables”. La justicia quiere dejar claro que nadie está fuera de la persecución criminal y que esto de seguir haciendo lo que les venga en gana, a lo largo y ancho de la geografía nacional, sencillamente se acabó.
Mientras experimentamos diariamente todo eso con diversas emociones, la Asociación Nacional de Municipalidades —con su presidente, el alcalde Edwin Escobar, al frente— organizó una fiesta privado-confidencial, en la que, según su pueril versión, cada quien llevó “sus cositas”, a modo de cuchubal. Un su six-pack por aquí y unas sus agüitas por allá, amén de unas libritas de carnitas y chicarrones que seguramente aportó algún edil goloso-tragón o el licor de tapado que llevó el bolo de turno. Ya se sabe que cuando el señor Escobar pertenecía a Líder y presumía orgulloso de la camiseta carmesí —tras zafarse aceleradamente la anaranjada del PP que sustituyó a la blanqui-amarilla de Creo— contribuyó con más de dos mil hamburguesitas para una actividad del partido, pagadas en efectivo por una concejala suplente “de sus ahorros”. Fue en aquella concentración de vigilia, antes de que fuera señalada la cúpula del partido y condenado por tráfico de influencias el vicepresidenciable Barquín. Además, un semanario cuestionó ampliamente la peculiar forma en que liquidó otro evento, en este caso un convivio de maestros. En la fiesta de la Anam se rifaron onerosos regalos, así que habrá que preguntarle quién fue el gamonal donador que seguramente “pagó de su bolsillo” todo eso. ¡Ven llover pero no abren el paraguas!, quizá porque no saben hacer las cosas de otra forma.
El contrapunto lo ponen las fiestas navideñas. Los políticos, y muchos otros, se dedicarán a tocarnos la conciencia porque no hay dinero para combatir la pobreza, la desnutrición, las muertes infantiles y desgracias similares que ocurren en el mundo. En enero —posiblemente antes— volverá todo a la normalidad y ese dinero —además de parte del presupuesto público— teóricamente para pobres, familias sin recursos, salud, educación y desarrollo, terminará en los bolsillos de muchos mal nacidos.
La buena noticia es que los dinosaurios intocables están desapareciendo, de ahí la agria reacción contra el sistema de justicia.
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