Publicado por Prensa Libre el 24 de enero 2017
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La semana cerró con una imaginaria lid jurídico-mediática: Morales vs. Stalling. La detención del hermano y de uno de los hijos del presidente, y la loable, respetuosa e institucional actitud del jefe del Ejecutivo contrastó con el ruido que hizo la magistrada en defensa de su hijo encarcelado.
Ambas situaciones —tristemente similares y altamente emotivas— deslegitiman a aquellos que desean a toda costa sacar a la Cicig del país y torpedean continuamente las actuaciones del MP, pero también a esos otros que quieren tomar por asalto el poder que les niega las urnas. A los primeros, se les debilita la base sobre la que construyen el discurso de que Cicig/MP actúan con oscuros intereses. Los segundos, fueron rápidos —aunque sin éxito— en pedir la renuncia presidencial para crear el vacío de poder que necesitan. Unos y otros salen de la jugada por la actitud firme e institucional del presidente Morales y otra contrapuesta y titubeante del Poder Judicial respecto de Stalling; muestran quiénes están detrás de cada una y, sobre todo, qué esperar en el corto plazo. De la justicia poco, hasta que no se depuren las más altas magistraturas y se cambie el corrompido proceso de postulación/selección/elección. En la política avanzamos, pero hay que sacar del juego a mañosos habituales y a viejas glorias de la corrupción. Hay, en definitiva, que salir rápidamente de diputados vetustos y de juzgadores manoseados por grupos de presión.
La corta memoria nacional olvida que las otras dos opciones posibles en las pasadas elecciones —en función de los votos— eran Líder y UNE. Sobra explicar por qué estamos mucho mejor de lo que estaríamos con cualquiera de los otros dos candidatos. Se ha escrito tanto de Baldizón y de Sandra Torres que no merece la pena dedicar siquiera una par de líneas a repetirlo. Soy optimista racional, y aunque un mal menor no representa un bien, creo que relativamente estamos mejor de como podíamos estar con cualquiera de aquellos, aunque en valor absoluto me siento insatisfecho.
De hacer caso a quienes piden la renuncia presidencial, nos encontraríamos en una situación con alta incertidumbre que sería aprovechada por espurios diputados para catapultar a sus delincuenciales pares al Ejecutivo o por grupos ávidos de poder que no obtienen votos. En el mejor de los casos, tendríamos otro inservible gobierno como el que se despachó el señor Maldonado. El país no puede —ni merece— más impasse político y aunque este gobierno no es de transición sino de tránsito, puede alentar la esperanza de quienes por años han considerado que las cosas se deben hacer como la justicia fuerza ahora. En ese punto, las declaraciones del hijo del presidente justificando su actuar son reveladoras cuando manifiesta que hizo lo que cualquier guatemalteco hubiera podido hacer.
Lo ocurrido, lejos de ser una nueva “tragedia”, es un ejemplo y una oportunidad para posicionar el principio de que la ley debe aplicarse a todos por igual y mostrar que un país tropical y pequeño es el único en el mundo capaz de enjuiciar/encarcelar a un binomio presidencial y a familiares del presidente. ¡Ya quisieran muchos países que pretenden dar lecciones de ética contar con la capacidad de reacción de esta sociedad nuestra!
Ahora, más que nunca, es preciso mantener el apoyo a la justicia y al Gobierno, y lejos de pensar en dimisión, apoyar a un padre, afectado emocionalmente, que ha dado ejemplo de entereza y “savoir faire”. ¡Mi respeto!
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