¿Qué queremos?

La lucha es política.
 
Haciendo alarde de nuestra mayor característica, la diversidad, la idiosincrasia ciudadana se comporta como espejo. Esta hecatombe que vivimos nos ha orillado a inclinarnos hacia opiniones no necesariamente reflejo de consenso, pero que ya se discuten abiertamente. El caso de Alfonso Portillo, por ejemplo: mientras unos afirman que es inaudito inscribirlo como candidato a diputado por carecer de honorabilidad, otros aseguran que sus años en la cárcel purgaron la culpa para reinsertarlo limpiamente. La partida del presidente es punto álgido: mientras unos piensan que nada se gana con que se vaya a estas alturas del partido, y que es necesario mantener la “institucionalidad” a flote, otros se preguntan ¿qué institucionalidad? ¿Qué gobierno de prófugos y convictos hay que respaldar? Convencidos de que con su partida se puede rescatar algo de credibilidad, alivianar la burla, limpiar un poco la mesa sucia. Que empoderaría a la ciudadanía, harta de tanto desmán, para recuperar algo de creencia por esta causa llamada Estado.

Otro ejemplo es el cercano tema de las elecciones: mientras unos creen que deben de llevarse a cabo ordinariamente, otros insisten en que “con estas condiciones no queremos elecciones”. Que bajo estos estatutos perversos, quien venga repetirá la historia. Por cierto que a eso se suma el álgido asunto de las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos: mientras unos insisten en que estas reformas no son lo suficientemente duras, la mayoría asegura que representan un buen principio de enjuague a la clase política y de democratización de los partidos. El punto de la discordia no está en la LEPP que presentó el TSE al Congreso, sino en la postergación de las elecciones para que, al menos, algunos puntos apliquen en este período electoral (voto nulo, por ejemplo): mientras unos creen que legalmente es imposible, otros insisten en que la lucha es política y que la voz del pueblo es la que rige para su vigencia inmediata.

Los poderes del Estado se traspapelan, se imponen en un juego inicuo que no deja la más remota duda de que la independencia, fruto de cualquier República, está manchada. Mientras tanto, surge una nueva identidad nacional, más plural. Las marchas siguen en muchos puntos del país. Múltiples actores hacen sus mayores esfuerzos para acordar y avanzar hacia la transformación. Y mientras unos aseguran que aún no existe fuerza política para el cambio, otros creemos que ese cambio ya empezó.

Publicado el 15 de julio de 2015 en www.prensalibre.com por Anabella Giracca
http://elperiodico.com.gt/2015/07/15/opinion/que-queremos/

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